Con su más reciente colección crucero 2018, Louis Vuitton nos ha confirmado que las barreras –culturales, principalmente– solo existen en la mente. La nueva propuesta de Nicolas Ghesquière con la firma francesa cobró vida en el museo Miho, en Kyoto, Japón, un espacio diseñado por Ieoh Ming Pei (el arquitecto del Louvre en París), que combina la vanguardia y la naturaleza; contrastes que más que polarizarse se unen para potencializar una pasarela con pinceladas agigantadas de historia, tradición, modernidad y color.
Los 55 looks de entretiempo firmados por la maison francesa rindieron homenaje diseñador Kansaï Yamamoto, de ahí los detalles de la cultura tradicional japonesa, como los samuráis, el arte nipón, el mundo cinematográfico de Kitano, que se reproducen en prendas y accesorios. Esta nueva colección habla de un abrazo de culturas, estéticas y formas. Hay inclusión de tejidos –desde pieles hasta encaje–, estampados, colores, cortes, formas y largos. Ghesquière presta especial atención a las cinturas y mangas, las primeras enmarcándolas con cinturones y las segundas con cortes reinterpretados de los trajes tradicionales japoneses y/o de guerreros.
Además de los habituales pañuelos con monograma de la firma y los bolsos en los que se estampa o borda el dramatismo y colorido de las tradicionales máscaras del teatro Kabuki, la propuesta también contó con una serie de gorras inspiradas en la forma de los antiguos cascos de los guerreros nipones.
El colorido y lúdico maquillaje del kabuki, una modalidad del teatro japonés en el que los actores reemplazan las máscaras por maquillaje, inspiró uno de los beauty looks del desfile. Del resto se encargaron las marcadísimas cejas de las geishas y mucho eye liner negro.
Con un front row del que hicieron parte nombres como el de Sophie Turner, Michelle Williams e Isabelle Huppert, una vez más el capitán de Louis Vuitton nos transportó al otro lado del mundo (en la forma más literal) para brindarnos una clase magistral de modernismo, cultura y moda en su estado más puro.