No me canso de decir que Colombia no deja de sorprenderme; sus paisajes, su gente, su sabor…es perfecta. Mi última aventura que lo confirma tuvo como destino la capital del Departamento del Cesar, Valledupar, ciudad que hoy celebra su aniversario 467, y que me acogió a mi y a mi familia para cerrar por todo lo alto el 2016. El folclor vallenato identifica al territorio, pero también el arte, su desarrollo agrícola, su gente, sus parques, su colorido, una tierra mágica y que me supo enamorar.
La famosa ciudad de los Santos Reyes, como se hace llamar, es cuna de uno de los tesoros folclóricos del país, el vallenato, por eso por sus calles se respira folclor, y todo lo relacionado con este género musical. De clima tropical, también es dueña de una riquesa cultura única, ya que ahí confluyen ocho comunidades indígenas vivientes de la Sierra Nevada de Santa Marta y la Serranía del Perijá, situación que se ve reflejada en los trabajos artesanales y artísticos que inundan las calles de este hermoso territorio.
Uno de los momentos más encantadores de mi visita fue poder caminar entre la magia del talento local en el Centro de Artesanías, y llevarme la sorpresa que casualmente ese espacio que rinde culto al folclor de una tierra y a las maravillas de la fauna y flora colombianas, en un pasado fue la casa de mi bisabuelo. Para ese día escogí un vestido largo de estampado tropical, de Touché; una cartera en verde militar, de Adriana Castro; gafas de sol, de Ray Ban; y sandalias, de Hermés.
Otro de mis looks preferidos de mis vacaciones fue una bata corta blanca con bordados de colores, fabricada por los wayú, y como siempre viajé de la mano de los mejores, mis aliados de belleza. Además del bloqueador para combatir en inclemente sol de Valledupar, también incluí mis hidratantes de Clarins, la crema de La Mer, y mi nuevo preferido de la temporada, la máscara Génifique Youth Activating Second Skin Mask, de Lancome.
Mi estadía no pudo ser más placentera. Me hospedé en el Hotel Boutique Casa Santos Reyes, un lugar precioso con habitaciones de ensueño, una piscina de la que provoca todo menos dejar atrás y una de las mejores atenciones del país. El desayuno, mi comida del día preferida, colorido y exquisito, al igual que las calles del Valledupar mágico que me sorprendió con sus amaneceres y atardeceres.
Sin lugar a dudas este es uno de los viajes que se archivan en mi memoria y en mi corazón, uno para cerrar el año recargada y en paz.
Besos a la moda,
Adriana.