Recuerdo la primera vez que tuve en mis manos una cartera de Kate Spade. Fue de mis primeras carteras de diseñadora, era negra con rayas de colores, que transmitía el ADN de la marca perfectamen. Divertida, fresca, única. El martes nos despedimos de esa editora de moda –muchos no lo saben pero antes de su marca homónima era editora en la revista Mademoiselle– que soñó con bolsos divertidos y cambió nuestra forma de vivir el color y los estampados a través de los accesorios y de un imperio que construyó desde 1993 con apoyo de su novio. El martes pasado fue encontrada sin vida a sus 55 años en su apartamento de Park Avenue.
Lo que parecía una vida de éxito y felicidad plasmada en sus piezas, se vio marcada por una realidad que asecha con fuerza a la industria de la moda, por la depresión, por el laberinto sin salida que algunos creativos vislumbran como el futuro. Una muy triste que se ha llevado talentos invaluables, como el de Kate Spade, Alexander McQueen, o Santiago González.
Esta noticia llega sin duda a revolucionar, no solo la industria de la moda, sino al mundo. A preguntarnos ¿en qué estamos fallando como sociedad? ¿La rapidez de la industria y del día a día nos afanan tanto que no vemos más allá de nosotros mismos? ¿Y el balance?.
Lazos, colores vibrantes, lunares lunares y todas las señas de identidad posibles que repelen el aburrimiento se fueron con un ícono preppy que ha dejado un vacío en la industria y en nuestro corazón.
Adiós, Kate Spade.
Besos a la Moda,
Adriana