Hay viajes que te conectan con el alma y el espíritu, y otros que además de todo, también lo hacen con tu historia. Continuando con mi ruta de inspiración por España antes que llegue el verano me topé con uno de los sitios más coloridos y apasionantes: La Isla de Gran Canaria. Sí, estoy segura que has escuchado de ella, sobretodo en verano, ya que se conoce por ser uno de los destinos turísticos españoles más visitados en esta época del año gracias a su radiante sol, y sus playas de arena blanca y de lava negra. Esta vez visité sus coloridas calles repletas de historia, sus playas encerradas por espectaculares mitos, y por su puesto, caminé entre el poderío de sus palmas que recorren el lugar.
Una de mis paradas obligatorias del viaje fue la Casa de Colón, una institución cultural situada en el barrio histórico de Vegueta, en Las Palmas de Gran Canaria. El gran navegante hizo escala aquí en el primero, segundo y cuarto de sus viajes al nuevo continente. Ahí entendí todo. Comprendí el link tan fuerte entre España y Latinoamérica y el por qué me he sentí como en casa desde el momento en el que llegué –y no solo me refería al clima–. Esto es lo importante de ir hacia atrás, de conocer las raíces.
Más allá de los increíbles paisajes y su historia, también me sorprendió descubrir que la isla fue por muchos años cuna de gran cantidad de mitos desde sus inicios. Las “Islas Afortunadas o Islas de los Bienaventurados” hicieron volar la imaginación de pensadores y autores clásicos. En Canarias, según la mitología griega, las almas virtuosas gozaban de un reposo perfecto después de su muerte, equivalente al Paraíso de otras tradiciones escatológicas. Se trataba de una leyenda que se localizaba en unas islas donde todo crecía por actuación de la propia naturaleza. Un lugar donde los hombres no tenían que trabajar, solo recoger los frutos de la tierra. También, para Platón, Canarias era una utopía narrada en la Atlántida, el descanso eterno para las almas de los Campos Elíseos o el maná soñado en el Jardín de las Hespérides.
Pero no todo son historias fantásticas e inverosímiles, también la magia del color marcó mi recorrido. El amarillo simboliza la felicidad, la alegría y el optimismo, pero también poder, audacia y viveza. Sí es muy difícil no sentir todo eso cuando recorres las calles de Gran Canaria, que están teñidas de este tono y solo queda contrastarlas con looks súper coloridos y ligeros. Complementos ideales de la primavera, por decirlo de algún modo.
Con la mente ordenada, al preparar mi maleta tuve una idea clara de lo que necesitaba llevar: Un look fresco y vivo, un sombrero para proteger mi rostro de los rayos UV, sandalias cómodas y gafas de sol. Reutilicé uno de mis trajes favoritos de playa, una túnica que he utilizado varias veces con distintos looks. La última vez que la llevé fue como salida de traje de baño, en el Tayrona, pero esta vez quería algo más versátil; un conjunto que se viera playero pero casual, que sirviera para la arena y para el cemento. Combiné esta prenda con unos jeans, gafas redondas de Chanel, sandalias planas de color neutro firmadas por Valentino, un mini carriel amarillo de Adriana Castro, y un sombrero vaquero, para contrastar. ¿El resultado? Juzguen ustedes mismos.
Besos a la Moda,
Adriana